La voz que no quieres escuchar

Un día gris la oí venir. Oí venir a aquella muchacha temerosa y perturbada por sus crueles pensamientos. Siempre se preguntaba ¿qué es lo siguiente que tendría que sufrir?

Luces y sombras en su vida. Vida que le tocó vivir.

No le tenía miedo a la muerte, murmuraba; sin embargo, sí se lo tenía a vivir.

No había nada más terrorífico que la incertidumbre que se manifestaba y azotaba en el empezar de un nuevo día.

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Aullidos

Recuerdo aquella noche, cuando me disponía a sucumbir al encanto de Morfeo. Mi corazón, detuvo por un instante, su fulgurante palpitar para así agudizar mi oído y escuchar, sonoros sollozos y quejíos que provenían de más allá de las lejanas montañas. Aquellos lloros parecían perros o quizás fueran lobos. Aullidos que parecían cantares o rezos a una madre protectora. Como si supieran que en la noche de luna llena, sus súplicas y plegarias serían escuchadas. Como si supieran que en la noche de su madre, Luna lunera, la noche en la que radia esplendorosa, ella se apiada de sus hijos y derrama lágrimas de plata que sana su alma y da luz a su caminar.

La nada

Siendo una singularidad infinitamente pequeña, la nada; en un vehemente arrebato, renegó de su estampa y compuso en un pentagrama extraordinario y atípico, primordiales granos de arena.

En un particular paraje una Gea se suspendió, enfurecido incendio en sus adentros. Gravitando y danzando alrededor, de un fulgurante y magnificente lucero.

Como en un reguero de leche, otras orbes en una inmensa concordia, asistieron a la armoniosa sintonía.

Partitura elaborada con cáscara de pedernal y volátiles suspiros.

Desde allí se vislumbraban ínfimas y a la vez grandiosas gotas de rocío, cosidas por un incorpóreo hilo en una tela de cambiante tonalidad. Junto a ellas, un globo plateado moldeaba su figura a placer, influenciando, queriéndolo o sin querer, a inmensos charcos de lágrimas saladas.

En aquellos lares, profundos hoyos hacían de cuenco a la candente sopa primordial.

En aquel caldo primigenio, mínimas y melodiosas notas metamorfoseaban, transfigurándose en una sonata.

Seres de diferentes especias y arcillas, moldeados de carne, huesos y entrañas, surcaban los telares, los charcos y posaban los remates de sus cuerpos en la grandiosa cáscara ancestral.

Anduvieron sinuosos montones de granos de arena, advirtieron grandes ramos con raíces enterradas y fulgurante verdor, con pequeños frutos que eran un manjar. Colosales y orgullosas colinas entorpecían su andar, deliberaron el no ir más allá.

Variopintas y armónicas figuras se fundían en una bella danza al compás. Un poderoso germen se implantó en un fértil vivero. Tras un periodo de infarto un sonoro alumbramiento en forma de lamento se manifestó. Lastimera, dolorosa, emocionante, valiente fuerza creadora que sólo podía nombrársela como mujer.

Fueron cazados y cazadores. Cazadores fuertes y rebosantes de coraje se enfrentaban a enormes bestias para llevar el sustento. Por su bravura y determinación fueron llamados hombres.

Mujeres, hombres, niños y niñas se multiplicaron, crecieron, criaron y evolucionaron. Crearon pequeñas comunidades, utensilios y herramientas. Conocieron la pérdida de un ser amado y buscaron consuelo honrando su muerte. Fue así como se diferenciaron del resto de seres, de los demás animales, y se llamaron a sí mismos humanos.

Prevalecía la supervivencia del más fuerte. Sembraron la tierra y criaron ganado. Tuvieron la necesidad de nombrar todo lo que les rodeaba. Pinturas en los recovecos de su refugio, ritos, ropajes. Sociedades, culturas, creencias, escritura, filosofía, trueques, monumentos, religiones, música. Se civilizaron, prosiguieron los países, ciudades, pueblos, caminos, literatura, escultura, devoción, reinos, curas y monjas, medicina, matemáticas, vocación, trabajo, fabricaron, dinero, intelectuales, ilustrados, tuvieron pan y circo, política, bancos, bibliotecas. Políticos, ciudadanos, carreteras, electricidad, industrialización, transportes. Tuvieron derechos y deberes, votaron, dictadores, exilio, guerras, prensa, unos buscaron la paz y otros la gloria, movimientos, lucha, se manifestaron, juzgaron, leyes, congreso, progreso, democracia, libertad, multiculturalidad, tecnología, ciencia, viajaron al espacio, capitalismo. Creyeron, fanáticos, fronteras, xenofobia, fabricas, sueldos, consumismo, necesidad, pobreza, explotación, contaminación, cambio climático, enfermedades, epidemias, devastación, extinción, hipócritas, racismo, sexismo, homofobia, clasismo, esclavitud, supremacía, discriminaron, opresores, maltrataron, represión, sexualización, vanidosos, fetiches, censuraron, manipularon, celosos, mintieron, envidiosos, callaron, obedecieron. Torturaron, mataron, asesinaron, masacraron, se corrompieron…

Lo tenían todo y todo quedó en nada. Y la nada viajará por los confines del universo para convertirse en un negro agujero.

Esperanza

Con claridad, diría que, aquella casa parecía retener el tiempo y te retornaba al pasado.

A su vera, un sendero largo, oscuro y profundo, como si guardara un misterioso secreto en su interior. Lo cubrían ramificaciones curvas y pequeñas flores doradas, aguardando allí desde tiempos lejanos.

A su alrededor, se levantaban grandiosos árboles. Árboles que con el pasar de los años parecía que se hubiesen desprendido de su bondad y lealtad hacia el ser humano. Árboles antiquísimos, que en sus ramas ya no descansaban hojas verdes, ni cobres, en su lugar, sólo se podía observar tenebrosa desnudez. De cortezas grisáceas y agrietadas, como las manos de un anciano despidiéndose con un último suspiro. Entre las grietas, diminutos seres tejedores engendraban su linaje. Aquellos árboles parecían marchitos pero pequeñas lágrimas marrones brotaban de sus débiles y frágiles ramas, como si aún aguardaran un resquicio de esperanza. Retenidos en el tiempo por sus leñosas raíces, testigos de lamentos y cantares, de lloros y alegrías, recelosos, ya sólo les hacía compañía la soledad y la melancolía.

La casa parecía una húmeda y sombría cripta. Estaba siendo engullida por la voraz naturaleza, como si ésta estuviera reclamando su trono. Muros y esquinas verdes, tejado cubierto por un manto musgoso, ventanas que en su alféizar crecía y brotaba un ínfimo bosque lleno de tréboles, que brotaban y brotaban, hasta cubrir, con generosidad, aquella casa abandonada a su suerte.

Dejé de deleitarme, por un momento, en mis difusas ideas y fui consciente de lo que mis ojos veían y me pregunté, ¿estaba abandonada aquella vieja casa? pues si bien, aquel lugar estaba dejado de la mano humana, parecía que la cuestión tenía una fácil solución. Sea como fuere, aquella antigua y sucia casa seguía albergando vida.

Luna lunera

Mis ojos quisieran verte otro poquito, radiante e hipnótica, Luna lunera. Si el Lorenzo lo permitiera, serías siempre eterna. Ahí estás plateada, sin luz pero con sombras. No eres más, ni menos que mi Luna, pero que sin su estrella no se ilumina.